Contributo – Camera Obscura /es A blog/magazine dedicated to photography and contemporary art Fri, 22 Jan 2016 13:24:38 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.5.2 Secretas Afinidades, de Alessandro Niccolai /es/2014/secretas-afinidades-alessandro-niccolai/ /es/2014/secretas-afinidades-alessandro-niccolai/#comments Fri, 17 Oct 2014 05:14:04 +0000 /?p=9116 No related posts. ]]> Photo by Alessandro Niccolai (9)


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Artículo escrito por Alessandro Niccolai.

 

Mi proyecto titulado “Secretas Afinidades” se centra en el Viaje y en particular, en mi experiencia de vida y trabajo en Japón, que ha sido fundamental en mi formación personal. Se compone de tres colecciones de imágenes (una de ellas realizada en Fukushima), ya que son principalmente tres las estancias en tierras japonesas que han marcado cambios sustanciales en mi modo de relacionarme con el concepto mismo de viaje y…y luego nada…no creo poder explicar en modo satisfactorio lo que debería ser observado y “escuchado” en primera persona. Lo que puedo mencionar son las sensaciones que siento ahora, aprovechando la oportunidad de rondar de manera anónima entre las obras y los visitantes. Es como presentarse a la mesa, una mesa que yo mismo he preparado. Desde el aperitivo hasta el café, no hace falta nada. Ha tomado tiempo e introspección. Hice lo que pude y como pude. Ahora estoy aquí, como un simple comensal para recoger impresiones.

Photo by Alessandro Niccolai (8)


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El arte influye en mi constantemente… viendo exhibiciones o conociendo nuevos artistas, retengo naturalmente toda esta información que en un momento dado parece estar olvidada y, en cambio, se aparece nuevamente durante el proceso creativo, como todas las cosas de nuestra vida. Si una exhibición en particular resulta ser demasiado confusa o presuntuosamente diseñada, yo que adoro valorar el trabajo por lo que es, me puedo escapar siempre a mi casita.

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Visitar una exhibición de mis propias obras es totalmente otra historia. No interpreto, no siento…sólo recuerdo. Tengo curiosidad de ver si lo que hice es comprensible o demasiado denso e impenetrable para los observadores, aunque, en todo caso, no trataría de persuadirlos…yo hago simplemente lo que siento que debo hacer durante el proceso de creación del proyecto. Desde luego mi deseo es comunicar y no enajenar, pero no podría correr tras los gustos de algún tipo particular de visitantes.

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Pero volviendo a “Secretas Afinidades” y a este día que difícilmente logra sumergirse y lo hace con la lentitud típica de los días de verano, volteo alrededor mirando los reflejos de las luces sobre los vidrios de los marcos y recupero paso a paso la compañía de mí mismo. Es así que, fortalecido con mi recuperada presencia, me detengo ante una fotografía; una erupción de luz sobre tierra negra, un fantasma que se alarga y se lanza sobre los edificios tomándolos por la espalda. Doy pocos pasos y veo nubes que se desmoronan del cielo del alma sobre mí, como si ellas mismas se sorprendieran de cuán grande es la fuerza emocional de la que son guardianes y dueñas.

Me alejo de aquel sitio de reflexiones a lo largo de una avenida que conduce a una ciudad que se muestra de pronto más colorida, compuesta de fragmentos casi inexpresivos, de creaciones naturales. Aquí los recuerdos parecen más vivos, los colores aún húmedos. A mi paso las hojas todavía parecen sacudir su doble reflejo sobre el agua y creo poder oír el sonido del viento a través de la telaraña de ramas sobre la que fijé la mirada y el objetivo a la luz incierta de un crepúsculo de Oriente.

Me limito a escuchar…escuchar las palabras del público: “¿Has visto los ojos de este niño?”, “¡Qué hermosa contraluz!”, “¡Este Niccolai es un visionario!”, “¡Pero ésta no es fotografía! Ningún detalle, el blanco está quemado y el negro es absoluto”, “¡Delicada esta imagen!”, “Prefiero tal vez los títulos que las obras. ¡Son bastante profundos!”, “Yo no entiendo, ¿fotografiar dos zapatos es arte?”, “¿Ves aquí? ¡Hace poco no había notado este detalle!”, “Aquí se insulta a la regla, la norma, lo clásico. Debería volver a estudiar Fotografía y respetar la forma y el pasado”, “Has oído eso? Que para crear se debe pedir permiso a alguna lumbrera enterrada del sector? ¡Que deje atrás los prejuicios y a los muertos descansar!”, “Según tú también ésta es analógica o es digital?”

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Lo que más me da curiosidad es escuchar a aquellos que vienen para hacer alarde de sus conocimientos y capacidad de crítica y entonces trato de imaginármelos envueltos en el relato de una cena que seguramente no podría haber sido, en su informe, a base de pescado y chícharos, sino de proteínas elegantes y fibras. Usan palabras incomprensibles y dan a mis fotos significados extravagantes que yo mismo no entiendo…y, incluso, me meten en medio!

En cambio, alguna vez se me dibuja una sonrisa en el rostro. Una gran sonrisa. Hablo de cuando tengo la impresión, tal vez equivocada, no sé, de que una fotografía mía le está provocando a alguien un sobresalto de poesía, la impresión de una historia, la sensación de una vivencia y que ahí, en un detalle que ni siquiera yo había notado, la visión se detiene para interpretar una realidad sobre el impulso de algo que nada tiene que ver con la inteligencia y la lógica.

Photo by Alessandro Niccolai (5)


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Ahora veo frente a mí una fila de cabezas interrogativas y atrás otras líneas que se persiguen y se van filtrando una en la otra para llegar a nuevas interrogantes que se presentan y se adivinan luego, casi no tendrían fin. Encima se esparce el techo que a los lados apunta hacia abajo encerrando todo este gran pensamiento.

Atrás de una cabeza resalta otra que está un poco rapada. Una se mueve hacia mi paso y se acerca a una imagen para leer los detalles. El flujo de los observadores se concentra en algunas imágenes más que en otras, pero de cualquier modo los espacios parecen dividirse con sentido común y mostrando sus inclinaciones personales.

Photo by Alessandro Niccolai (4)


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“Señoras y señores, por favor, de este lado tenemos algunas obras de gran fineza y…”…y por un momento tengo la tentación de comenzar a afligir a los visitantes con la típica sabiduría recitada con aquella voz informativa de un guía que frecuentemente se resbala inútilmente por las fantasías distraídas de la gente.

Photo by Alessandro Niccolai (2)


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Instead, I keep silent.

En cambio tacho.

Me gusta el silencio de los museos. Es un silencio de murmullos. De vez en cuando alguien que viene acompañado hace alguna exclamación que retumba como un grito en un domingo apacible de cigarras.

Photo by Alessandro Niccolai (1)


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Puedes visitar la pagina web de Alessandro Niccolai para ver más fotos.

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Topografía, de Daniel Tubío /es/2009/daniel-tubio-topografia/ /es/2009/daniel-tubio-topografia/#respond Fri, 25 Dec 2009 14:04:26 +0000 /?p=2484 Related posts:
  1. Escondido, by Federico Gama
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Daniel Tubío (12)
Autoretrato estenopeico
© Daniel Tubío
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Texto y fotos de Daniel Tubío.

Una búsqueda con método

Esta serie corresponde a un trabajo sobre la ciudad de Buenos Aires, concebido y realizado durante el período 2003/2004. El trabajo incluyó el diseño y la fabricación de la cámara estenopeica con la que se realizaron las fotografías. Con estas imágenes intento reflexionar sobre algunos aspectos de la relación que mantenemos con el espacio urbano, sobre todo con aquellos recorridos que por azar -o decisión protocolar, como en este caso- rompen la monotonía y nos llevan a territorios que nos resultan ajenos, aún cuando no estén tan distantes del lugar donde transcurre nuestra vida diaria. Un trayecto, cualquier esquina… un punto cotidiano (lugar común) para algunos, una incógnita para otros. También pretende ser una reflexión sobre el formato fotográfico y las posibilidades que ofrece la técnica estenopeica: al fabricar nuestras propias herramientas, uno de los beneficios es que las mismas -las cámaras- no tiene secretos para quien la construye y su construcción, además, puede ser hecha en función de las imágenes que se pretende conseguir.

Daniel Tubío (2)
O'Higgins y Pico
© Daniel Tubío
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La génesis de la serie

Esta aventura topográfica comenzó un tiempo antes de la realización de la serie con un regalo que se convirtió en un desafío. Una amiga me dio una lata de forma triangular diciéndome: “Seguramente podrás hacer algo bueno con ella”. A partir de allí, e intentando no defraudarla, comencé a pensar qué tipo de cámara podría fabricar con ese recipiente y en qué serie fotográfica podría utilizarla.

De a poco fue formándose en mi cabeza la idea -obviamente arbitraria- de que una cámara triangular sólo podría utilizarse para fotografiar esquinas. Para completar la idea y hacerla más coherente con las concepciones urbanísticas modernistas, diseñé un soporte para el negativo que sostiene un trozo de película en forma de ochava (ochava invertida porque es para obtener el negativo, visión contraria a lo que llamamos realidad).

Daniel Tubío (11)
Camara Triangular
© Daniel Tubío
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Una vez construida la cámara se fueron desarrollando al mismo tiempo dos procesos que casi siempre son contemporáneos en las series fotográficas que realizo: la búsqueda de los parámetros técnicos óptimos para el tipo de imágenes que quería lograr por un lado -esta etapa está descripta en la parte final del texto- y por el otro la decisión conceptual acerca de las imágenes: qué esquinas iba a fotografiar, dónde lo iba a hacer y por qué las elegía.

La búsqueda de las esquinas

Entonces, durante el lapso que duró la puesta a punto de la cámara, iba pensando cómo seleccionar las esquinas y con qué criterio. El espacio general estaba resuelto prácticamente de antemano desde que uno de los temas recurrentes en mi fotografía es la ciudad de Buenos Aires, ciudad en la que vivo y que amo como lugar. Una ciudad lo suficientemente grande como para tener una vida cultural incomparable y lo suficientemente humana para albergar aún barrios -como en el que vivo, Saavedra- en los que la gente saca sus sillas a la vereda en verano para tomarse unos mates1.

Daniel Tubío (4)
Lujan y Sta Elena
© Daniel Tubío
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Se desechó de entrada la idea de buscar esquinas “tradicionales” o famosas para evitar caer en algún tipo de cliché turístico. Y de repente, asociando ideas, surgió la respuesta. Lo más interesante fue que la idea fue “sugerida” por la misma cámara, para ser más exactos, por su forma: el triángulo. Recordé las películas en donde detectives y policías hacen triángulos sobre mapas para encontrar sospechosos y casi inmediatamente decidí el procedimiento: triangular con la cámara sobre un mapa de Buenos Aires y dejar que el azar (resultado del método) decidiera las esquinas a ser fotografiadas.

Compré un mapa de Buenos Aires, el más grande que encontré en los kioscos de revistas y comencé la tarea. El primer dilema era decidir el punto de partida de la triangulación y elegí el cruce de calles de Av. Rivadavia y Biedma, cruce en el que se encontraba la clínica en la que nací (ahora funciona allí un servicio médico de alta complejidad) Para justificar esta elección podría argumentar que la esquina elegida se encuentra a escasos 700 metros del centro geográfico de la ciudad, pero en realidad esta elección, arbitraria como cualquier otra, propone un inicio subjetivo para un posterior desarrollo que juega con las pretensiones de “objetividad” propias del medio fotográfico.

Daniel Tubío (1)
Rivadavia y Biedma
© Daniel Tubío
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Ubicado el centro, lo demás fue sólo sistema: apoyar la cámara-triángulo con un vértice en ese cruce y dibujar un triángulo sobre el mapa hacia el norte. Luego repetir la operación apoyando la cámara sobre cada vértice dibujado y volver a triangular hasta llegar al límite de la ciudad. La operación se repitió tres veces más: desde el centro hacia el este, hacia el oeste y hacia el sur. La ciudad quedó cubierta de triángulos y con 22 cruces de calles señalados que debían ser los sitios a fotografiar a lo largo del trabajo.

Daniel Tubío (9)
Mapa Buenos Aires
© Daniel Tubío
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El trazado de los triángulos fue generando una trama sobre el mapa, correspondiente a un recorrido posible entre las esquinas, recorrido éste inabordable desde el espacio real de la ciudad, –salvo para algún explorador urbano2 – porque el mismo atraviesa manzanas en diagonal y no respeta los espacios definidos para el tránsito.

La obtención de las fotografías

Una vez resueltos los aspectos técnicos de la cámara y definido el recorrido a realizar, sólo restaba hacer las fotografías. Se definió además que la posición de la cámara sería la misma para todas las tomas: la cámara paralela al piso y a una altura equivalente a la altura de mis ojos (otra vez la subjetividad aplicada al trabajo), aproximadamente a 1,65 mts del suelo.

Daniel Tubío (5)
Cochabamba y Salta
© Daniel Tubío
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Se hizo una investigación previa sobre los recorridos necesarios –eso sí, respetando las vías de circulación– y la forma más adecuada de acceder mediante el transporte público a cada uno de los sitios donde debían realizarse las tomas. Al mismo tiempo se realizó también una pequeña investigación informal entre allegados y amigos sobre las características de aquellos barrios acerca de los cuales no se tenía ninguna referencia, para poder prevenir problemas de seguridad, acceso o circulación, por un lado, y para planificar el día de la semana y horario más adecuados para realizar la expedición, por el otro. Toda esta investigación fue documentada concienzudamente y está resumida en cuatro hojas tamaño A4 que corresponden a las “hojas de ruta” utilizadas para el trabajo. En estos documentos figuran: los cruces seleccionados y la forma de llegar a ellos en transporte público, referencias sobre los distintos barrios (si es que se tenía alguna previamente a concurrir al lugar), las fechas y horarios en que se fueron realizando las tomas y observaciones adicionales sobre la preproducción y la producción del trabajo.

Hay que tener en cuenta que por las características de la cámara sólo podía hacerse una toma por vez y era necesario planificar todo correctamente para aprovechar al máximo cada salida. Aclaremos que Buenos Aires es bastante grande y un recorrido entre un extremo y otro de la ciudad puede demandar a veces casi dos horas de viaje.

Daniel Tubío (10)
Hoja de Ruta
© Daniel Tubío
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En el cruce inicial se realizaron 4 fotografías, dirigiendo la cámara hacia un punto cardinal distinto cada vez, para registrar el espacio circundante en su totalidad e “imitar” el gesto realizado en el mapa: moverse hacia los cuatro puntos cardinales. En el resto de las intersecciones registradas, el punto desde el cual se realizó la fotografía fue elegido por el autor entre los posibles (cuatro en la mayoría de los casos, aunque muchas intersecciones en la ciudad poseen 3 o 5 esquinas). En este punto la subjetividad se impuso otra vez.

Las 25 fotografías finales fueron realizadas en un período de aproximadamente dos meses y medio –mayo/julio de 2004- Sólo en una ocasión hubo que volver a realizar una toma que no fue correctamente expuesta; para el resto de las imágenes un sólo viaje fue suficiente.

Daniel Tubío (8)
Av. Casares y B. Roldan
© Daniel Tubío
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Sobre la muestra

La serie completa, además de las 25 imágenes de los 22 cruces de calles, incorpora el mapa original en donde se trazaron los triángulos y se definieron las esquinas (Mapa de 1,25 x 1 mts) y las “hojas de ruta” utilizadas para el trabajo.

Esta serie fotográfica fue expuesta por primera vez en agosto del 2004 en el Museo Histórico Saavedra de la Ciudad de Buenos Aires, y luego, en el año 2007, fue mostrada nuevamente en la Fotogalería de la Universidad de Palermo, en mayo y en la Sala de Exposiciones de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires en noviembre. El público de las tres muestras fue diferente, ya que se trata de tres ámbitos muy distintos en cuanto al perfil de los asistentes. Sin embargo, y esto es una de las cosas que rescato del trabajo, en los tres casos se me acercó gente para hacer comentarios sobre la muestra con inquietudes semejantes. Por un lado la sorpresa de ver en las fotos lugares que ni siquiera podían reconocer como pertenecientes a la Ciudad, por ejemplo sucedió muchas veces con la foto de Castañares y Goleta Julia.

Daniel Tubío (6)
Castañares y Goleta Julia
© Daniel Tubío
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Por el otro, y en la dirección contraria, todos encontraban algún lugar que conocían bien, por estar cerca de los sitios en que vivían o trabajaban e inclusive algunos encontraron en alguna foto -¡sorpresa!- su propia casa retratada.

Esto me llevó a pensar que esto, que había empezado como un desafío y con mucho de juego, se había convertido de alguna manera en un registro documental -si bien parcial y reducido- muy interesante y peculiar, y funcionaba muy bien en relación con el aspecto más fuerte que sigue teniendo la imagen fotográfica: su relación con el referente, su carácter de documento y su interpretación -o apropiación, seria mejor decir- por parte del espectador, como un reflejo de su propia experiencia.

Daniel Tubío (7)
Camino del Medio y Laguna de los Patos
© Daniel Tubío
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Las cuestiones técnicas del trabajo: la puesta a punto de la cámara

La posición de ochava invertida de la película dentro de la cámara suponía un desafío técnico interesante. Esta posición de la película sumada al tiro de la cámara genera un ángulo de visión de aproximadamente 160º, lo que permite, parado en una de las esquinas de un cruce de dos calles, obtener al mismo tiempo una imagen que contenga a las otras tres esquinas. Pero esto trae aparejadas una serie de cuestiones a resolver.

La luz que atraviesa el estenopo recorre distintas distancias entre las diferentes zonas del negativo, que mide 6×22 cm aproximadamente. Por esta razón, para encontrar el diámetro del estenopo que optimizara la definición en las imágenes había que buscar un promedio entre todas las distancias para realizar el cálculo. Así llegué a un estenopo de diámetro 0,25 mm lo que le otorga a la cámara un número f 360. Este diafragma propone tiempos de exposición bastante largos y aquí me encontré con otra cuestión: los tiempos de exposición largos combinados con la película ubicada en formato de ochava -posición en la que el film refleja luz sobre otras zonas de sí mismo durante la exposición- daba como resultado negativos demasiado poco contrastados. Comencé a experimentar con distintas películas, exposiciones y reveladores hasta que dí con la combinación ideal: película HP5 plus de Ilford, ISO 400, expuesta a ISO 1600 y revelada con D76 puro 111/2 minutos a 22º C. Las pruebas de cámara y película para llegar al resultado deseado duraron aproximadamente 6 meses.

Daniel Tubío (3)
Matanza y Itaqui
© Daniel Tubío
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Las copias finales fueron hechas por mí sobre papel blanco y negro base fibra utilizando una AGFA Repromaster 1300 para ampliar los negativos. La Repromaster es una cámara de reproducción que puede ampliar o reducir originales opacos o transparentes. Hasta hace algunos años era un dispositivo indispensable en la industria gráfica y hoy se ha convertido en un caso más de desecho tecnológico debido al advenimiento de la digitalización de los sistemas de impresión.

  1. Para más datos sobre esta costumbre ver wikipedia
  2. Nombre dado a los integrantes de algunos grupos que realizan recorridos y exploraciones “imposibles” en la geografía urbana: entrar en edificios protegidos, explorar sistemas de cloacas, cruzar la ciudad atravesando las azoteas de los edificios, etc. En general registran esas acciones en fotografías o videos y luego las hacen públicas a través de Internet. N del A
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Escondido, by Federico Gama /es/2009/federico-gama-escondido/ /es/2009/federico-gama-escondido/#respond Fri, 04 Sep 2009 14:38:01 +0000 /?p=2508 No related posts. ]]> Federico_Gama (11)
© Federico Gama
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Texto y fotos de Federico Gama.

Entre noviembre y diciembre de 2004 me sentí obligado a iniciar un nuevo proyecto porque lo que estaba pasando frente a mis ojos era realmente extraordinario y le daba una continuidad muy sólida a los temas que he desarrollado en los últimos quince años: la migración cultural, la identidad y la vestimenta como una forma de expresión.

Domingo a domingo veía pasar de dos en dos, de uno en uno o en grupos a unos jóvenes muy peculiares “de la Ciudad de México” que hacían un trayecto casi ritualizado: iban de la estación del metro Chapultepec a las inmediaciones del metro Tacubaya, y caminaban justo por la avenida donde hoy vivo como si me gritaran, “aquí estoy y ya no puedes evadirme”. Era evidente para mi que a los protagonistas de esa historia que yo quería contar desde hacía algunos años, la moda urbana los había cautivado.

Federico_Gama (10)
© Federico Gama
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El domingo 13 de marzo de 2005 justo a mediodía inicié mi recorrido por las inmediaciones del metro Tacubaya como lo venía haciendo desde unos meses antes. Habitualmente empezaba en Tacubaya, continuaba en los alrededores del metro Pino Suárez y terminaba por la tarde en la Alameda Central, de acuerdo a lo que fuera encontrando en la calle sobre este proyecto que yo denominé Mazahuacholoskatopunk, y en cual me propuse retratar a los jóvenes indígenas que portaban los atuendos de las llamadas culturas juveniles o tribus urbanas.

Ese día estuve acechando con mi cámara y un zoom 70-300 mm a los jóvenes que circulaban entre los juegos mecánicos de la Feria que se extiende entre el metro Tacubaya y el Mercado Cartagena. Me senté un rato en unos escalones, que dividen el parque en dos hasta que vi a un grupo de tres punks y me fui corriendo al lado opuesto de su trayectoria porque sabía que ellos iban a las loncherías que están en esa área a tomar cerveza y yo los podía enfocar de frente cuando regresaran o circularan por los callejones. Finalmente me senté sobre la barda de una jardinera donde podía ver los dos andadores o callejones para tener un buen punto de vista en ambas calles y hacer una composición interesante con los locales que estaban cerrados.

Federico_Gama (9)
© Federico Gama
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Los domingos esos callejones de los alrededores del metro Tacubaya suelen ser más o menos solitarios en comparación con el bullicio que hay durante la semana. Esperé por más de veinte minutos y aquello era desolador, estaba un poco decepcionado porque pensé que ya no iban a regresar los punks hasta que los vi venir hacia mí, eran entre diez y quince. La espera había sido provechosa.

Me emocionó ver a esos jóvenes caminando desafiantes, dueños del lugar y de la escena, y aunque tomé mis precauciones para no ser detectado, sabía que no iba a pasar mucho tiempo para que ellos notaran mi presencia y también pensé que solo iba a tener la oportunidad de hacer cuando mucho cuatro disparos antes de que se dieran cuenta de que les estaba tomando fotos. Obviamente no quería ser descubierto por varias razones: ellos modificarían su actitud, no me dejarían tomar más fotos y además porque perdería “una gran escena”.

Este era el grupo de jóvenes más numeroso que había visto con las características que a mi me interesaban y en una atmósfera de los barrios peligrosos de la ciudad.

Disparé la primera foto cuando los tenía en la mira, cerré el plano sobre el grupo para abarcar al mayor número de ellos enfocando a los personajes del centro para desenfocar los primeros planos y el fondo porque era imponente ver como se desplazaban de manera uniforme, flexible y desafiante, como un cardumen, y yo quería dar en mis fotografías precisamente esa idea de seguridad y desafío. Cuando supe que tenía otra posibilidad, en fracciones de segundo abrí el plano para contextualizar el lugar donde caminaban y volví a disparar: ya habían pasado los primeros personajes de mi campo visual y enfoqué a los que tenía en primer plano pero añadí, en la parte superior de la imagen, la marquesina donde estaba escrito el nombre de una de las loncherías donde ellos tomaban cervezas y comían, “Escondido”, y además agregué a otro personaje, un hombre barbudo que se veía a lo lejos por el lado derecho del cuadro y que no tenía nada que ver con este grupo, pero quise incluirlo como una confrontación o contraste con estos jóvenes ya que este contexto, donde se desplazan los domingos, no les pertenece porque es un lugar donde de lunes a sábado conviven otros grupos y cumple otras funciones. Pensé que con esta composición podía jugar con la ambigüedad de los personajes en este espacio, con el texto que afirmaba que alguien está encubierto y con la imagen de ese personaje que apenas si se descubría en la parte derecha y que me han dicho que sintetiza la imagen de Cristo y que para ser sincero yo no lo imaginé así en ese instante pero cada día me convenzo más de que así funciona. Finalmente hice un disparo más a uno de los jóvenes que se acercó a la puerta de la lonchería, donde pensaban tomar sus cervezas y que -cruzado de brazos- esperaba viendo como ingresaban el resto de sus compañeros.

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© Federico Gama
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En unos cuantos segundos sucedió lo que temía, me descubrieron, pero ya había hecho tres buenos disparos sobre el grupo, con la certidumbre o incertidumbre de haber logrado una buena foto, me refiero a esa sensación que nos invade a los fotógrafos cuando trabajamos con película y que nos obliga a correr al laboratorio para ver los resultados.

La aventura no había terminado. De inmediato me dijeron que no querían que les tomara fotos. No me fue difícil identificar al líder y acudí a él para ver si podía convencerlo de que se dejaran tomar una foto de grupo pero se negó rotundamente e indicó que nadie se dejara tomar fotos, aunque a mi las fotos posadas no me interesaban, sólo quería establecer una conversación con la intención de relajar un poco las cosas y tratar de explicarles para qué quería las imágenes. La situación era peligrosa y muy complicada para un fotógrafo en un callejón solitario un domingo por la tarde donde la policía prácticamente no existe, pero por el conocimiento que tengo de este grupo de jóvenes sabía que todo estaba bajo control. Ellos argumentaban que no les gustaban las fotos y que ya alguna vez les habían tomado algunas en el mercado de la Merced y que no se las entregaron y luego se las querían vender muy caras. Yo les expliqué que estaba interesado en la vestimenta actual de los jóvenes que venían de los pueblos a la ciudad de México a trabajar en la construcción para un proyecto de fotografía documental, pero eso les pareció tan extraño que sólo incrementó su desconfianza, argumentaban en mal español pero al estilo barrio: “No se hace. No bandas. No foto. No se hace bandas. No foto”.

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Ya no insistí. Me fui del lugar porque en ese tiempo yo trabajaba como editor en un diario y tenía que llegar a la junta editorial pero antes pasé al laboratorio y deje mi película para revelado. Entré a la junta con la única intención de que se terminará para poder salir a recoger los negativos.
Cuando vi las imágenes me di cuenta que había logrado una fotografía que definía mi proyecto: la escena parecía sacada de una película, era un retrato contextualizado en donde el personaje principal estaba rodeado de su propia tribu que lo hacían parecer fuerte, imponente.

Esa imagen la llamé “Escondido” y la historia de como hice esta foto ejemplifica muchas de las cuestiones que comprenden el proyecto Mazahuacholoskatopunk, porque como apunta Bruno Munari , “cada quien ve lo que sabe”, pero lo más interesante de este fenómeno es que las apariencias juegan también un papel importante y nos pueden confundir, entendiendo el término de apariencia en dos sentidos: como aspecto superficial de las cosas, que para este caso sería que ellos, desde su punto de vista conservan o tienen cuidado de mantener una buena imagen (o apariencia); pero también en el sentido de aparentar, es decir, parecer algo que no es, se visten como cholos, skatos, punks, emos y darks y no lo son. Ellos emplean el disfraz, vestuario o vestimenta dominguera para tener otra personalidad en el sentido de representación pero también como una característica individual y como una cualidad de persona satisfecha e interesante.

Federico_Gama (6)
© Federico Gama
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Es decir, que se mezclan junto a las apariencias, la escenificación y la actuación para “esconder” el origen, porque en México no hay nada más bajo o peyorativo en la escala social que ser indígena con todo lo que la palabra implica: una persona sin educación, pobre y que viste mal. Estos jóvenes a primera vista, a los ojos no especializados, “son punks” y es precisamente una de las intenciones concientes o inconcientes de estos muchachos, la de parecer un joven urbano para no ser discriminado. Ellos se visten con estos atuendos para integrarse o “convertirse” de manera radical e inmediata a la vida urbana de la capital, es decir, quieren invisibilizar su origen trabajador e indígena y el vestuario de las culturas juveniles les permite el camuflaje perfecto para “actuar” (en el sentido de interpretar a un personaje) “la escena callejera” con lo más opuesto a un look indígena.

El atuendo les da una seguridad mágica a estos jóvenes, como al guerrero, al sacerdote o a las top models y así lo exhiben, con glamour (seguridad, fuerza, poder, elegancia y sofisticación). Los Mazahuacholoskatopunks son un grupo formado por jóvenes de muchos y muy variados pueblos nativos del centro del país donde se hablan también diferentes lenguas y que lograron identificarse en una serie de “atuendos personalizados” que de tan variados los unifica, les da estilo, aquí se entiende muy bien que el dandysmo no solo es de corte ingles. En lo único que son iguales es en su condición social: ser de los pueblos originarios de México lo cual significa que viven en la marginación y que están obligados a salir de sus lugares de origen hacia la ciudad para laborar como trabajadores de la construcción los hombres y como empleadas domésticas las mujeres: son personas sin visibilidad social.

En esta transformación o construcción de su identidad urbana, el Mazahuacholoskatopunk recupera cierta dignidad para la escena pública y su lenguaje corporal cambia y estos personajes actúan o se desplazan por las calles (prácticamente sólo los domingos, porque el resto de la semana trabajan todo el día) seguros, conquistadores, como modelos de pasarela. Pero cuando son descubiertos, cuando saben que el otro, el de la ciudad los descubre, es como si se les despojara del atuendo urbano y del poder que para ellos significa, entonces se desmorona el dandy y aflora el indígena tímido, desconfiando y temeroso.

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© Federico Gama
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Cuando descubrí esto, la vulnerabilidad de la apariencia, resolví la manera de producir el proyecto y la forma de como presentarlo para darle visibilidad a este grupo “con la dignidad urbana que ellos se han construido en la ciudad”, no con la que el antropólogo o el político, el sacerdote, en resumen, las instituciones, consideran o creen que deben tener como si fueran menores de edad. “Dicen los antropólogos que cuando un indígena sale de su comunidad el indígena muere y eso no es cierto, aquí estamos”, dijo Bulmaro Ventura indígena mazateco del estado de Oaxaca en el Primer Foro sobre Indígenas Urbanos organizado por la Escuela Nacional de Antropología e Historia en 2009.

Con esta aseveración reafirmé lo que venía haciendo desde 2004: “igualar” de manera práctica y simbólica la actitud que proyectan los Mazahucholoskatopunk en la ciudad con la de los super modelos que acaparan las portadas de revistas y anuncios televisivos. Y para lograrlo tendría que documentarlos con el mismo tratamiento que se les da fotográficamente a las estrellas de cine (técnicamente trabajar con telefoto como se hace en las pasarelas) y difundir luego sus imágenes en los canales de la publicidad urbana exponiendo sus retratos en los anuncios espectaculares de la ciudad de México y precisamente en aquellas vallas que cubren las obras en construcción, con lo cual podría confrontar al “macuarro” (como se llama a los trabajadores de la construcción sin experiencia o principiantes) con su “álter ego urbano” el Mazahuacholoskatopunk que se desplaza seguro y conquistador los domingos por las plazas de la ciudad. Esta propuesta me permitiría también documentar fotográficamente las reacciones y relaciones que esta confrontación provocaría, y todo esto les daría también cierta visibilidad social.

Federico_Gama (4)
© Federico Gama
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Haciendo un paréntesis debo aclarar que este proyecto ha tenido la fortuna de mostrarse en más de veinte exposiciones dentro y fuera de México, en museos y galerías, y ha participado en no menos de diez foros de discusión y conferencias en universidades, pero en todo este tiempo no se ha podido lograr exhibir como fue planeado en los anuncios espectaculares por el costo que esto representa, a lo más que llegó fue a ser el cartel de Fotoseptiembre 2005–un festival de fotografía que se organiza en la ciudad de México- y se exhibió en 50 parabuses en distintos puntos de la ciudad.

Definitivamente esto no hubiera sido congruente si no me hubiera convertido en el paparazzi de los mazahucholoskatopunks, esto es, si no le hubiera dado la importancia que se merecen estos jóvenes de ser tratados como estrellas de cine, es por ello que realicé este trabajo con telefoto, porque con ellos logré la estética o el aura de “inalcanzable” que tienen los modelos y las estrellas de cine. De tal forma que todas las fotos que hice para esta serie que titulé Top Models Mazahuacholoskatopunk fueron tomadas de esta forma. Por más de tres años, domingo a domingo, esperé en lugares donde no fuera obvia mi presencia y les tomé fotos a distancia para que ellos no se sintieran descubiertos, porque a mi me interesaba documentar ese lenguaje corporal que habían incorporado en sus días de descanso, esa dignidad de los jóvenes indígenas en la ciudad de México que por generaciones se les había negado.

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© Federico Gama
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Para mi fue una oportunidad extraordinaria documentar el lenguaje corporal de un grupo social sin que interviniera o modificara la acción el hecho de sentir la omnipresencia de una cámara fotográfica (no olvidemos que la presencia de una cámara lo modifica todo, y para este caso no sólo se modificaría la acción, como sucede cuando se trabaja con gran angular y los personajes se ven obligados, cuando menos, a maquillarse un poco). En el caso de los Mazahuacholoskatopunk el acercamiento con gran angular los haría sentirse descubiertos , es decir, los descobijaría y quedarían desnudos, y su timidez estaría expuesta y de esta forma los habría “vulnerado otra vez”.

Existe una “contradicción extraña” en la peculiar vestimenta del Mazahuacholoskatopunk. Es notorio el placer o goce que tienen estos jóvenes por su atuendo, hay toda una parafernalia temporal y formal en su vestuario donde se llega muchas veces a la exageración o barroquismo que exalta cierto dandismo y glamour, por una parte, pero también está claro que no lo hacen con la idea de ser descubiertos por una cámara de cine, sino para ser anónimos, uno más en la ciudad, es decir, ellos “no quieren llamar la atención” y ese es uno de sus aciertos más efectivos porque la gente de la ciudad no los percibe como indígenas sino como jóvenes de las llamadas tribus urbanas que curiosamente también son discriminados en ciertos ámbitos y que algunos de estos grupos han hecho de esto su bandera.

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Sin embargo las pretensiones de los Mazahuacholoskatopunk son más metrosexuales que ideológicas, no van más allá de la pertenencia, ser parte del grupo de jóvenes indígenas, gruesos, rebeldes o vagos que van a bailar los domingos con sus iguales. El hecho de vestirse como cholos, skatos, punks, emos o darks los iguala en la forma con los otros jóvenes de la ciudad pero no los hace iguales, porque no comprenden ni les interesa, la ideología, ni la música, ni los territorios, ni las prácticas de esos grupos, pero por otra parte, el hecho de no pertenecer a estos grupos realmente ni compartir sus inquietudes les permite combinar o mezclar en su atuendo ropa de dos o tres subculturas juveniles, pero siempre, y eso es realmente interesante, con elementos de sus culturas de origen, es decir, con elementos indígenas y que son una suerte de lenguaje cifrado para identificarse entre ellos.

Si estos jóvenes vieran a un verdadero punk urbano sentirían, por una parte, cierta fascinación por el atuendo pero no se identificarían, porque a los punks verdaderos les faltarían los elementos culturales indígenas, pensarían que es raro y no podrían entablar conversación porque tampoco entenderían su lenguaje o jerga.

Mazahuacholoskatopunk es un proyecto que yo había intentado hacer desde 1996, obviamente estos personajes no tenían las mismas características de representación y actuación y ni siquiera yo sabía como se iba a desarrollar todo esto, pero me interesaban como un grupo que no tenían visibilidad social digna. Sin embargo mi conocimiento o acercamiento a este grupo de jóvenes inmigrantes de origen indígena y rural data de muchos años atrás , cuando yo era un niño y me daba cuenta como los jóvenes urbanos de las pandillas del barrio de Tacubaya tratábamos a los indígenas con cierta arrogancia por el simple hecho de que nosotros éramos originarios del D.F. y ellos no. Es por estas razones que yo nombré Mazahuacholoskatopunk a este proyecto y a estos jóvenes, porque ellos vienen de varias regiones y culturas. Hay zapotecos, mixtecos, otomies, ñañus, nahuas, por citar algunos, pero el barrio donde yo viví en mi infancia era el paso obligado de los grupos Mazahuas y en la avenida donde ahora vivo –que forma parte del mismo barrio- se estacionaban en línea los camiones que iban y venían de las regiones montañosa del poniente de la ciudad de México, de lugares como Toluca, Zitácuaro, Atlacomulco, El Oro, Lerma, etcétera, es decir, del territorio mazahua y otomí, así que el elemento indígena de todo este intricado cultural lo inicié simbólicamente con el grupo que mejor conozco y el hecho de que una de las imágenes mas importantes sea de Tacubaya hacen de este proyecto algo autobiográfico y autocrítico, porque mientras más exageren su vestimenta estos jóvenes más nos desnudan como una sociedad que discrimina y que destina a los indígenas a la marginación, de ahí la importancia de su visibilidad social con la dignidad que ellos mismos se han construido.

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